Bahía Blanca 15:54 hs.

Me encuentro aislada en el centro de la ciudad. Entre cuatro vidrios que dejan ver el paso de los autos, las personas, la contaminación, las llamadas telefónicas, los mensajes de texto. Las sonrisas. Las tristezas. Los abrazos, los apretones de mano, los besos de cachete. El que se despertó a las 6 a.m. El que todavía tiene la almohada en la cara. 
 Dos indecisos se paran en la esquina y piensan unos 4 minutos. Deben estar debatiendo sobre qué sería una buena opción, entrar al cubo en donde estoy, o no. No entraron, siguieron su camino. 
Un auto en el medio de dos quiere avanzar y no puede. Intenta adelantarse, está apurado, quizás porque llega tarde al trabajo o porque quiere llegar a su hogar. 
   El frío inunda la ciudad pero algunas parejas se irradian calor mutuamente y por esa razón se visten de una manera no tan abrigada. 
   Una mujer sola pasa caminando frunciendo el ceño. 
    Sentado enfrente mío se encuentra un chico muy atractivo, almorzando solo al igual que yo, mirando por la ventana, igual que yo. ¿Qué tan limitada será la vida de ambos? 
   Me gusta irme sola a almorzar o merendar y aprovechar el momento de soledad para que me agobie la masa de personas y poder escribir sobre ellas. 
   El chico come ensalada. Yo pollo con puré. ¿De qué se estará cuidando? ¿Será una persona saludable? ¿Cuántos vicios tendrá?
   ¿Por qué el humano tiende a querer sentarse sobre las ventanas? ¿Le tenemos miedo al encierro aún cuando sabemos que podemos escapar de él?
   El chico que observaba terminó su comida y se posó tras la caja junto a la cajera y de un momento a otro lo vi cruzando la calle. 
   Un chico que conozco me vio por la ventana y bajó la mirada. Una señora que no conozco me miró fijamente a través de la ventana.
   Mi comida ya se enfrió y no pude terminarla a tiempo pero sigo comiendo lentamente. 
   Algunos cruzan sin esperar a que el semáforo prenda su luz roja, otros esperan. 
   El techo de un edificio tiene plantas crecidas en él, es notable que nadie les presta atención ni las cuida o las quita.
   Soy una persona con pocas responsabilidades, casi ninguna si no fueran por esforzarme por mantener la respiración.
   La mayoría de las personas que pasan caminando tiene responsabilidades, trabajo, estudio. Algunos andan apurados y enojados, otros también tienen apuro pero intentan no estresarse. Algunos caminan, otros corren, algunos andan sobre un vehículo mecánico, otros sobre patinetas .o bicicletas Algunos se relajan y caminan de la mano (quizás también están apurados pero saben que es necesario disfrutar los momentos).
    Planeo quedarme sentada por lo menos una hora más. Parece realmente que mi vida no tiene nada importante para hacer en este momento, pero en realidad sí lo tenía.
   ¿Cuántas personas de las que están sumamente ocupadas necesitarán un descanso de sus mentes? ¿O será que están tan ocupados que no tienen ni tiempo de pensar? ¿Y será que por no tener tiempo de pensar mucho, piensan que las personas que no hacen nada más que pensar, no tienen desgastes físicos o mentales?
   ¿Qué habrá debajo del asfalto que cubre las calles? Quizás se encuentren enterrados algún anillo de compromiso, la correa de algún perro, algún espejo que reflejaba el cutis maquillado de alguna hermosa señorita. Una bolsa de plástico hay sobre él y a nadie parece importarle. 
   Algunas personas parecen no saber las reglas de conducir. 
   Están todos cansados. Parecen todos por lo menos cinco años más viejos. Sus mentes están pegadas al asfalto, son parte de él, somos parte de él. Cubrimos la tierra, ocultamos anillos, correas y espejos antiguos, dejamos que nos acaricie el plástico. Nos agradan los ruidos y olores que contaminan. Nos parece placentero el ruido de los motores, nos alimentamos de billetes. 
   Nos aislamos de nosotros mismos. 




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