Imaginar mi casa

Mi casa tiene puertas altas porque entran sólo personas que se aman mucho a sí mismas.
Ventanas enormes para que entre todito el sol, sin miedo. Y para ver a las estrellas jugando con la Luna.
Muchos muebles están contagiados del color de cáscaras de bananas, como las sillas. En el baño hay un espejo muy grande para que la persona que se mire recuerde lo hermosa que es. La cocina se siente sin mirar, puedo jugar a llegar a la canela o a los clavos de olor, o hasta el anís estrellado.
Mi cuarto es una estación de trenes. Van y vienen, y vuelven, infinitos amores intensos. Cortos pero muy intensos. Está prohibido no abrazar en mi cama, ahí hay dictadura de cariño pero al que no le guste (o mejor dicho no se anime) puede elegir no entrar y quedará para siempre con la intriga de saber los colores de mis sábanas.
Y quién dice que tal vez, si te quedás dos noches seguidas a dormir, un duende se levante a las 3 AM a prepararte un desayuno y lo deje en la mesa de luz con tu nombre escrito.
En el patio se está. Y se está. Y se está.
La música suena en todas las habitaciones.
A veces se puede bailar sin ropa y jugando con los pies al estilo Uma Thurman en Pulp Fiction.
Podés llegar a la puerta de entrada y tocar el timbre una y mil veces.
 Y yo no lo voy a escuchar.



Comentarios

Entradas más populares de este blog

¡La vida no es como en las películas! (porque a veces no queremos)

Piedra para poder ser