Capítulo 2
Puedo hablar mucho sobre mis obligaciones y planes para ser una persona responsable y madura pero todo ésto se desmorona en mí cuando el amor me nubla las metas.
Pasé una pre-adolescencia bastante dolida porque siempre fui muy sensible, muy enamoradiza.
Siempre estaba (estoy) enamorada de alguien, en secreto obviamente.
En ese entonces era la oveja negra del grupo (sigo siendo la negra del grupo pero me refiero a la chica menos agraciada de un grupo de amigas).
Siempre que me gustaba un chico, él iba detrás de alguna de mis amigas. Parecía como si alguien me quitara las posibilidades con alguien haciendo un siemple click como en los Sims.
Mi primer beso fue atrasado en comparación con mis amigas, obviamente eso ahora me parece una pavada, pero en ese entonces me afectaba.
En esa etapa estaba en busca de mi personalidad, una que claramente no tenía, o tal vez sí pero no sé en qué parte de mi cuerpo se encontraba.
De un día a otro empecé clases de teatro y me cambié de escuela.
Ahora sí sabía quién era. Ese alivio nunca se olvida.
Del día a la mañana tomé muchísimo coraje, me olvidé lo que era la timidez. Me sentí "útil" en varias cosas.
Por ejemplo cuando con el corazón latiendo a dos mil por hora, le mostré a una profesora de literatura mi cuaderno secreto en el que comencé a escribir mis primeros textos (les digo textos porque no son lo suficientemente buenos para ser parte de un género literario). Con su confianza al decirme que le gustaron, que quería quedarse con uno y alentándome a que siga escribiendo, seguí.
Y sí, no pude evitarlo, mis temas generalmente recaen en el amor, en el desamor mejor dicho.
Creé un Blog en el que hay varios textos con títulos que desorientan un poco, para no ser tan obvia. Cada uno de esos textos habla de un amor distinto. Los escribo como para que ellos los lean, los sientan, me sientan. Y los escondo como para esconderme a mí misma (aunque tarde o temprano ellos los terminan leyendo).
Escribí mucho sobre mi primer novio, el amor de mi vida, sí, todas esas cosas que uno dice de su primer amor. Cuando comenzamos a salir él leyó mi cuaderno secreto, y pensó en hacer canciones con mis textos. Eso fue un detonante para enamorarme un cien por ciento de él.
Yo era re piba, él era más pibe que yo, músico, medio vagoneta, bonito. Cantaba en una banda, tocaba muchos instrumentos, era un cóctel de mariposas en todo el cuerpo. Me di cuenta de que una groupie se instalaba en mí para quedarse de por vida (así fue).
Pasaron años, la relación terminó. Conocí a un nuevo amor de mi vida, sí, así de exagerado fue en ese momento, amar a un pibe con el que sólo nos relacionamos los tres meses de vacaciones de verano.
Era más grande, pelo rubio y largo, músico también (obviamente), conocí su mundo, sus gustos, era un gamer, "un virgo" por escuchar metal y jugar Hotline Miami y Left4Dead, me encantaba, me encantaba por donde lo mire. Estudiaba Artes en La Plata, tenía una casa hermosa y antigüa como las que siempre quise, pensé que tal vez por algo él se cruzó en mi camino y que íbamos a ser pareja hasta envejecer, con hijos morochos de ojos claros, viajando por todo el mundo, haciendo música, escribiendo (él también escribía), dibujando, jugando con nuestros chicos, queriéndonos y haciéndonos mimos, muchos.
Él solía escribirme todos los días para preguntarme cómo estaba, nos veíamos seguido, pasabamos tardes y noches juntos, conociéndonos. Así es como crece adentro mío una especie de esfera que se recarga con cada acción bonita y que me genera las ganas de amar, y decirlo, y de que si lo digo, esa persona me responda de igual manera.
Una noche, nos juntamos para despedirnos porque él volvía a su ciudad de estudio, yo pensé que esa despedida no era más que una forma de afianzar nuestra relación, pensé en decirle lo que sentía. No lo hice por miedo. Fuimos a dar un paseo alejados de las luces de la ciudad, abrazados con una frazada y la luna y las estrellas nos alumbraban, era una escena de película, al menos para mí. Me quiere, pensé, me quiere a su lado.
Llegamos a su casa, y me quedé pensando. Me preguntó en qué pensaba. Le dije lo que sentía.
Paren, antes de contarles lo que él me respondió, voy a dar mi toque dramático y narcisista y decirles que nunca tengo suerte en el amor.
Me dijo que me quería, como amigo, que pensó que yo también. Me dijo que le gustaba compartir tiempo juntos pero sin ser serios.
"¿¡Cómo!?" Pensé.
"¿¡Después de todo lo que hiciste y dijiste estos meses querés ser mi amigo!?" Le dije pero en mi mente.
A partir de esa situación, fui destinada a recaer en la friendzone, como por arte de magia, magia negra claramente.
Me costó meses superarlo, medio año aproxiumadamente. ¡Me costó medio año superar a un "amigo" con el que interactué tres meses! Algo estaba haciendo mal.
Me sentí sola, muy sola, volví a verme con mi ex novio con la excusa de querer aprender a tocar el bajo. La verdad es que sí quería aprender. La realidad es que no aprendí nada y volvimos a estar en una relación formal.
Pasaron otros seis meses pero en compañía, hasta que en una fiesta de Navidad a la que fui sin él, me crucé con el chico del amor de verano. Seguía con el pelo largo, y rubio. Seguía siendo hermoso, me hice la boluda, me hice la que no lo había visto, se acerca y me toca el hombro.
"¡Ey, cómo va, qué hacés acá!" Le dije, como haciéndome la superada. Me temblaban hasta los dedos meñiques de los pies.
Me dio un abrazo, no me quise despegar pero para disimular le di unas tres palmadas en la espalda.
"Voy a estar un tiempo en Bahía, escribime así nos vemos". Me dijo.
En año nuevo a la madrugada le dije a mi novio que volví a ver a este muchacho, que seguía enganchada, que no podía estar más con él. Fin de la gran mentira de relación que tenía que sólo servía para no sentirme sola.
Esccribí sobre ese chico mucho, muchísimo, lloré mucho. Entendí que no se puede poseer a una persona, dejé de llorar.
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